reflexiones de una profesora de pedagogía terapéutica
FORO EDUCATIVO
Es la primera vez que me acerco a un foro de estas características. Por ello, no sé si el tema o temas que voy a exponer serán adecuados, pero espero que estas pequeñas “reflexiones” susciten el interés de los asistentes a la red.
Si somos sinceros con nosotros mismos y con nuestros discentes tendríamos que decir que interesan chicos que sepan muchas cosas, que estén activamente ocupados todo el día, que no molesten demasiado en casa, que sean autónomos, pero no para desarrollarse plenamente como persona libre y responsable sino para que nos dejen en paz y tranquilos.
En este sentir quisiera manifestarme añadiendo que a los niños hay que enseñarles a pensar y que eso no es “perder el tiempo”. Pensar es una función racional que nos distingue de los animales y que en estos tiempos no está de moda, es más está en desuso. Pensar por qué hago esta u otra actividad, por qué tengo este u otro amigo, por que é veo este programa de televisión o estoy oyendo esta determinada canción, un gran número de porqués, que sólo alguien que es capaz de reflexionar consigo mismo intentará dar respuesta.
Por ello, quisiera reseñar que nuestra labor es ardua si queremos conseguir personas pensantes y no autómatas, porque para ello tenemos que luchar con muchos subsistemas sociales que comienzan desde las propias familias hasta nuestros propios compañeros. Pero dado que soy una persona optimista, pienso que si tenemos el reconocimiento de nuestros alumnos y alumnas es la mejor batalla que podemos ganar.
La segunda reflexión, e hilvanando con la anterior, es que cuantas veces incidimos más en lo que el niño sabe o tiene que aprender, que en lo que el niño siente.
La afectividad, esa parte tan importante de nuestra personalidad, que a veces está tan abandonada o confundida en la manera de afrontarla, es la base para que el niño o niña, de cualquier nivel educativo, realice sus aprendizajes.
Un chico que es querido, valorado y escuchado tanto en la escuela como en su familia, es un chico que podrá afrontar las dificultades, sus pequeños problemas y podrá avanzar en la construcción de sus aprendizajes.
Ahora bien, no hay que confundir el ser querido con darle “cosas”, ya que no me estoy refiriendo a aspectos materiales sino a aspectos intrapsíquicos del sujeto que dejan una impronta en su interior y que con ella funcionarán toda su vida.
Además, la sensibilidad que tienen para captar cuando realmente se les aprecia es algo que los mayores pensamos que se puede fingir pero no ocurre así. Nuestros acercamientos a los chicos, sobre todo en la primera infancia, han de ser sinceros, transparentes para que puedan llegar con plena claridad a su interior.
Pero para todo lo que he dicho anteriormente es fundamental que al niño se le den normas claras, que se le diga “no” sin más cuando sea necesario y que esas normas no sean contradictorias por un lado, en el contexto familiar y por otro, que exista un acuerdo entre el ámbito escolar y el familiar.
La tercera y última reflexión irá encaminada a la atención a la diversidad. Tema que se aborda en muchos debates y foros, pero que me gustaría matizar un poco. Hay tres aspectos que, sin ánimo de ser exhaustiva, quisiera reseñar:
1º.- Habría que cuidar más el aspecto diagnóstico de los alumnos con necesidades educativas especiales, en el sentido de que la detección sea lo más pronto posible y que los dictámenes sean más clarificadores – la mayoría son alumnos con discapacidad psíquica ligera-. Esto no facilita mucho la intervención, sobre todo en los centros de secundaria.
2º.- Hay profesores de pedagogía terapéutica que dedican parte del horario a cubrir bajas de otros compañeros o a suplir horarios de miembros del equipo directivo. Esto en mi opinión, va en detrimento de la atención a la diversidad, convirtiéndose así en un recurso poco valorado en un centro.
3º.- Por último, si perseguimos una enseñanza de calidad para los alumnos y alumnas castellano manchegos, habrá que hablar en los centros de algo más que de aulas Althia o ratio o más profesorado, en definitiva, de más recursos; y habrá que hablar sobre qué hacen los alumnos cuando están en las aulas, esto supone hablar de trabajo cooperativo en las mismas, sustituyendo, parcialmente, la ayuda del profesor por la de los iguales situando a los alumnos en una práctica guiada ( no dependiente), cada vez más autónoma.
A su vez, es esta una potente estrategia para la atención a la diversidad. Precisamente el trabajo cooperativo necesita de la diversidad; se basa en ella. Es la heterogeneidad natural que encontramos en todo grupo lo que posibilita el que los alumnos y las alumnas aprendan entre sí. Además, crear un ambiente en el aula feliz y prosocial es fundamental para obtener buenos resultados afectivos, interpersonales y por extensión académicos.
Desde la Universidad o desde las Escuelas de Magisterio, ¿ se prepara al profesorado para que en el aula aborde cambios metodológicos de esta envergadura o se les prepara para que se limiten a transmitir los contenidos de un determinado libro de texto?. Y los contenidos, ¿se revisa la secuenciación de los mismos?, ¿hay coordinación entre primaria y secundaria? Los profesores piensan que el temario a veces es excesivo y que hay que cumplirlo. Y que por ello no se puede atender “bien” en el aula a los alumnos con necesidades educativas especiales; como si atender a la diversidad se limitase exclusivamente a estos alumnos.
A mi juicio, esto supone un potente cambio metodológico, que para que sea realmente asumido por el alumnado y por el profesorado, será necesario que se aborde desde el máximo número de materias que sea posible.
Para ser mi primera intervención en este foro, creo que me he pasado. Perdonad por la extensión. Podría matizar muchos más aspectos, pero lo haré si hay respuestas a algunas de las reflexiones que he planteado.
maestra y Profesora de Pedagogía Terapéutica
Es la primera vez que me acerco a un foro de estas características. Por ello, no sé si el tema o temas que voy a exponer serán adecuados, pero espero que estas pequeñas “reflexiones” susciten el interés de los asistentes a la red.
La primera de ellas y, dado que además de ser profesora de pedagogía terapéutica, ejercí durante ocho años como maestra de Educación Infantil, lo cual agradeceré toda mi vida, pues creo que es una formación muy necesaria para la labor de un docente, es hablar de lo que es un “maestro” y lo que ello implica.
He detectado en algunos centros educativos distinciones entre maestro y profesor, es decir, hay profesores de secundaria que no quieren que sus alumnos le llamen maestros. En mi opinión creo que el término maestro lleva implícito una filosofía de la vida y de la manera de ser de cada uno que es transmitida a un determinado grupo de alumnos y, hablar de profesor, a mi juicio, implica aspectos más didácticos; se refiere a una persona que enseña contenidos o conceptos. Ahora bien, cabría preguntarnos ¿qué interesa en esta sociedad que presume de libertad y democracia y que nos bombardea continuamente “con basura” en los medios de comunicación?Si somos sinceros con nosotros mismos y con nuestros discentes tendríamos que decir que interesan chicos que sepan muchas cosas, que estén activamente ocupados todo el día, que no molesten demasiado en casa, que sean autónomos, pero no para desarrollarse plenamente como persona libre y responsable sino para que nos dejen en paz y tranquilos.
En este sentir quisiera manifestarme añadiendo que a los niños hay que enseñarles a pensar y que eso no es “perder el tiempo”. Pensar es una función racional que nos distingue de los animales y que en estos tiempos no está de moda, es más está en desuso. Pensar por qué hago esta u otra actividad, por qué tengo este u otro amigo, por que é veo este programa de televisión o estoy oyendo esta determinada canción, un gran número de porqués, que sólo alguien que es capaz de reflexionar consigo mismo intentará dar respuesta.
Por ello, quisiera reseñar que nuestra labor es ardua si queremos conseguir personas pensantes y no autómatas, porque para ello tenemos que luchar con muchos subsistemas sociales que comienzan desde las propias familias hasta nuestros propios compañeros. Pero dado que soy una persona optimista, pienso que si tenemos el reconocimiento de nuestros alumnos y alumnas es la mejor batalla que podemos ganar.
La segunda reflexión, e hilvanando con la anterior, es que cuantas veces incidimos más en lo que el niño sabe o tiene que aprender, que en lo que el niño siente.
La afectividad, esa parte tan importante de nuestra personalidad, que a veces está tan abandonada o confundida en la manera de afrontarla, es la base para que el niño o niña, de cualquier nivel educativo, realice sus aprendizajes.
Un chico que es querido, valorado y escuchado tanto en la escuela como en su familia, es un chico que podrá afrontar las dificultades, sus pequeños problemas y podrá avanzar en la construcción de sus aprendizajes.
Ahora bien, no hay que confundir el ser querido con darle “cosas”, ya que no me estoy refiriendo a aspectos materiales sino a aspectos intrapsíquicos del sujeto que dejan una impronta en su interior y que con ella funcionarán toda su vida.
Además, la sensibilidad que tienen para captar cuando realmente se les aprecia es algo que los mayores pensamos que se puede fingir pero no ocurre así. Nuestros acercamientos a los chicos, sobre todo en la primera infancia, han de ser sinceros, transparentes para que puedan llegar con plena claridad a su interior.
Pero para todo lo que he dicho anteriormente es fundamental que al niño se le den normas claras, que se le diga “no” sin más cuando sea necesario y que esas normas no sean contradictorias por un lado, en el contexto familiar y por otro, que exista un acuerdo entre el ámbito escolar y el familiar.
La tercera y última reflexión irá encaminada a la atención a la diversidad. Tema que se aborda en muchos debates y foros, pero que me gustaría matizar un poco. Hay tres aspectos que, sin ánimo de ser exhaustiva, quisiera reseñar:
1º.- Habría que cuidar más el aspecto diagnóstico de los alumnos con necesidades educativas especiales, en el sentido de que la detección sea lo más pronto posible y que los dictámenes sean más clarificadores – la mayoría son alumnos con discapacidad psíquica ligera-. Esto no facilita mucho la intervención, sobre todo en los centros de secundaria.
2º.- Hay profesores de pedagogía terapéutica que dedican parte del horario a cubrir bajas de otros compañeros o a suplir horarios de miembros del equipo directivo. Esto en mi opinión, va en detrimento de la atención a la diversidad, convirtiéndose así en un recurso poco valorado en un centro.
3º.- Por último, si perseguimos una enseñanza de calidad para los alumnos y alumnas castellano manchegos, habrá que hablar en los centros de algo más que de aulas Althia o ratio o más profesorado, en definitiva, de más recursos; y habrá que hablar sobre qué hacen los alumnos cuando están en las aulas, esto supone hablar de trabajo cooperativo en las mismas, sustituyendo, parcialmente, la ayuda del profesor por la de los iguales situando a los alumnos en una práctica guiada ( no dependiente), cada vez más autónoma.
A su vez, es esta una potente estrategia para la atención a la diversidad. Precisamente el trabajo cooperativo necesita de la diversidad; se basa en ella. Es la heterogeneidad natural que encontramos en todo grupo lo que posibilita el que los alumnos y las alumnas aprendan entre sí. Además, crear un ambiente en el aula feliz y prosocial es fundamental para obtener buenos resultados afectivos, interpersonales y por extensión académicos.
Desde la Universidad o desde las Escuelas de Magisterio, ¿ se prepara al profesorado para que en el aula aborde cambios metodológicos de esta envergadura o se les prepara para que se limiten a transmitir los contenidos de un determinado libro de texto?. Y los contenidos, ¿se revisa la secuenciación de los mismos?, ¿hay coordinación entre primaria y secundaria? Los profesores piensan que el temario a veces es excesivo y que hay que cumplirlo. Y que por ello no se puede atender “bien” en el aula a los alumnos con necesidades educativas especiales; como si atender a la diversidad se limitase exclusivamente a estos alumnos.
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10 comentarios
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Educar, que no sólo enseñar, y educar para pensar y para saber amar y ser amado, educar la afectividad en definitiva, no es tarea fácil, efectivamente, pero es una tarea primordial. Hoy también.
La diversidad es el concepto fundamental para crear un Sistema Educativo para todas las personas y no sólo para preparar productores.
Laura Morales Martínez -
ramón -
Piensa qué hay mejor que poder publicar "en el mundo" tus propias opiniones y que sean leídas.
Me ha gustado mucho tu artículo ¡cuánta razón llevas!
Es curioso. Si buscas en el diccionario de la RAE podemos leer, entre las definiciones de maestro, la siguiente:
"Persona que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo."
La verdad es que percibiendo las ganas con que l@s alumn@s te llaman "maestro" (que casi percibimos como "mastro") a uno se le olvida pronto si es maestro de primaria o profesor de secundaria; el caso es que estamos con ell@s y que procuramos enseñarles cosas, y digo cosas porque no solamente de conceptos está hecho el mundo; también, como bien dices, son importantes los sentimientos y las actitudes. Creemos primero buenas personas.
El empeño en la distinción entre maestro y profesor es algo que, sinceramente, a mí me ha afectado en alguna ocasión. Sin embargo, tal actitud agónica no puede sino obedecer a un afán por disfrazarnos, por taparnos o escondernos detrás de una denominación puramente administrativa. El discurso más bien tendrá que ir por la vía de identificar al buen o mal profesional. No soy mejor porque en mi nómina venga escrito "Profesor de enseñanza secundaria"; tampoco soy distinto de los maestros: hago lo mismo que vosotros todos los días y, aunque en ocasiones cueste, lo más importante es que mis alumn@s noten que entro a clase con gusto, con mucho gusto.